Se entiende como la capacidad el docente para regular y conducir el comportamiento del o los estudiantes mediante el uso preferente de la anticipación, la explicación, el ejemplo, la negociación, la toma de perspectiva y las consecuencias razonables frente a transgresiones específicas, transmitidas con una actitud de calma y firmeza, promoviendo de esta manera condiciones propicias para la regulación del estrés emocional y psicológico (Karreman, Van Tuijl, Van Aken y Dekovic, 2006), y fijar límites que generen hábitos, costumbres, cultura organizada y predecible para sus estudiantes, con pleno conocimiento de sus etapas de desarrollo, genero, personalidades y contextos que los rodean (familias de orígenes, cultura, sociedad, et), promoviendo como objetivo el desarrollo moral, la sana convivencia y relación con su entorno y sociedad en general, contribuyendo así a educar estudiantes con menos ansiedad, miedo, mejor auto estima, mayor motivación e interés, sin utilizar una disciplina coercitiva, amenazante y mal tratante de la infancia y sus derechos.
