¿Cómo establecer normas de convivencia en el aula?

Las condiciones ambientales del aula permiten crear unas relaciones personales acogedoras y un clima favorecedor del trabajo necesarios para el mejor aprendizaje.

Para construir un clima de clase adecuado, Juan Vaello propone una serie de medidas que pueden contribuir a favorecerlo:

  1. Es necesario establecer límites en la primera semana del curso y mantenerlos a lo largo del curso. Disponer de normas efectivas de convivencia que regulen los comportamientos más frecuentes.
  2. Mantener una relación de confianza con el alumnado. Entrenarles en relaciones de colaboración y de respeto.
  3. Conocer los roles del alumnado y propiciar que contribuyan a la convivencia y no la perturben, reconduciendo su actitud cuando sea necesario.

¿Cómo lograrlo?

1.- Es necesario establecer límites en la primera semana del curso y mantenerlos a lo largo del curso. Disponer de normas efectivas de convivencia que regulen los comportamientos más frecuentes.

Establecer con el grupo/clase qué conductas son aceptables y cuáles no en las primeras semanas porque, si no es así, las normas la acaban imponiendo los líderes negativos quienes inician conductas de tanteo e incumplimiento de normas desde el principio del curso. Aunque a lo largo del curso, las normas tienden a relajarse ligeramente, conviene esforzarse en mantenerla, para ello realice lo siguiente:

  • Elaborar normas explicítas y ubicarlas en un lugar visible de la sala de clases (pocas palabras, redactadas en positivo y que se puedan cumplir. Es necesario considerar las consecuencias de su incumplimiento reiterado. Ejemplo: Asistir a clase puntualmente, con el material y trabajar sin molestar a los demás. Consecuencias de incumplimiento reiterado…
  • Conviene aplicar de vez en cuando, realizar estímulos positivos (felicitaciones grupales, reconocimiento, observación) que permitan reforzar la norma y su cumplimiento para consolidarla.

2.- Mantener una relación de confianza con el alumnado. Entrenarles en relaciones de colaboración y de respeto.

  • Adoptar una actitud de ayuda y de accesibilidad al alumnado con una comunicación fluida y capaz de captar y comprender los estados emocionales del otro.
  • Conocer al alumnado e intentar comprenderlo, conocer sus circunstancias tanto personales como académicas o familiares, propiciando conversaciones informales, intercambiar información con otros profesores/as, saber qué se les da bien y qué les gusta.
  • Saber cómo nos ven para poder cambiar los rasgos menos aceptados, pactar cambios con ellos, reflexionar sobre el estilo de cada uno/a. Un instrumento útil puede ser la elaboración de una tabla de perfiles o cuestionario en la que se les pide 3 aspectos que le guste del profesor/a, 3 que no y 3 propuestas de cambio.
  • Que algún alumno/a problemático experimente el mantener el orden en la clase y el trabajo de sus compañeros durante un día.

Para profundizar, te invitamos a ver el siguiente video:

Img video

3.- Conocer los roles del alumnado y propiciar que contribuyan a la convivencia y no la perturben, reconduciendo su actitud cuando sea necesario.

  • En reunión de docentes reúna información grupal del grupo curso (líderes, rechazo, grupos).
  • Formar grupos de trabajo con roles de cada integrante. (4 estudiantes como máximo).
  • Localizar grupos perturbadores y neutralizarlos:
    • Impidiendo su formación cuando se tenga conocimiento, bien separando a sus componentes u ofreciéndole la posibilidad de permanencia, ligada al compromiso de cambio del grupo.
    • Haciéndoles ver la importancia de los intereses colectivos de la clase sobre los del grupo perturbador.
    • Pactando con los líderes o con los que actúan de satélites para interrumpir los refuerzos al líder negativo.
    • Pidiendo soluciones al subgrupo.

Tenemos la seguridad de que si ponemos en marcha sugerencias de este tipo o similares, el clima de nuestras aulas mejorará considerablemente.


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¿Cómo intervenir frente al quiebre de las normas de convivencia en el aula?

En primer lugar:

Decidir bien cuándo intervenir. Esto depende de nuestro buen criterio, pero como norma general, conviene preguntarse «¿Qué podría ocurrir si no intervengo?».

  • Si la conducta disruptiva persiste a pesar de evitarla, conviene hacer una advertencia personal en la clase (firme, breve, privada, relajada, positiva y sin discutir).
  • Cuando la advertencia en clase es ineficaz y la disrución continua, conviene hacer una advertencia personal privada, evitando la gratificación del contexto de la clase. Para ello, se deben argumentar las razones para no tolerar tales conductas, petición de compromiso, responsabilidad ante incumplimiento del compromiso.
  • Reconocimiento del esfuerzo realizado por el/la estudiante, si modifica positivamente, ante su familia y pares.

Es posible enseñar a mejorar la actitud que presentan nuestros estudiantes ante las actividades de la clase.

En segundo lugar:

¿Se puede lograr cambiar las actitudes en los estudiantes?

Sí, porque las actitudes son educables y, por lo tanto, se pueden aprender en el ambiente escolar. Plantearse como objetivo de clase cambiar actitudes negativas hacia las tareas, sus compañeros/as y hacia el profesorado, es lograble poniendo en práctica los tips del primer punto de esta guía.